NOTAS CULTURALES SOBRE JOSE BARROS

EL VALOR ARTÍSTICO DE JOSÉ BARROS

 

De plácemes nos encontramos al interior de la Asociación de Amigos, Coleccionistas y Melómanos de Cali (ACME), debido a que nuestro asociado y querido amigo, investigador musical, catedrático y escritor, el profesor Arnold Tejeda Valencia, acaba de editar su libro "El Valor Artístico de José Barros", el cual fue lanzado en La Habana (Cuba), dentro del marco del "Coloquio Internacional Boleros de Oro", que auspicia la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), lanzamiento hecho el pasado sábado 25 de junio de 2016, en la sede de la UNEAC del barrio El Vedado de La Habana.

 

Felicitaciones a Arnold extensivas a su esposa Estella y a su familia, por este excelente producto intelectual que hacía falta para nosotros los amantes de la música del "Cantor del Río", José Benito Barros Palomino, este libro lo recomendamos para aquellos que quieran conocer profundamente la producción musical de este canta autor colombiano y como texto guía y de consulta para la academia, colegios y universidades.

 

El libro será presentado el próximo mes de agosto en Medellín (Colombia), dentro del XXII Encuentro Internacional Matancero y el autor posteriormente viajará a Cali (Colombia) para realizar una actividad de presentación del libro con sus compañeros de la Asociación ACME de Cali.

Integrantes de ACME, exhibiendo orgullosos el nuevo libro de Arnold Tejeda, reunión efectuada el martes 12 de julio de 2016.
Integrantes de ACME, exhibiendo orgullosos el nuevo libro de Arnold Tejeda, reunión efectuada el martes 12 de julio de 2016.

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO "EL VALOR ARTÍSTICO DE

 

JOSÉ BARROS" POR ARNOLD TEJEDA VALENCIA.


EL ESPECTADOR


CULTURA 19 OCT 2015 - 10:33 PM

Un homenaje al cantante de Bovea y Sus Vallenatos

 

Alberto Fernández y José Barros

 

En 1965, el trío viajó a Argentina y se disolvió, dejando una profunda huella en la música popular colombiana.

 

Por: Álvaro Morales Aguilar

 

Alberto Fernández Mindiola.
Alberto Fernández Mindiola.

En este año, consagrado muy justamente al compositor de la música popular colombiana José Benito Barros Palomino, es justo también hacerle un reconocimiento a uno de los más representativos intérpretes de sus canciones, Alberto Fernández Mindiola, en cuya versátil voz el país ha escuchado con deleite no sólo sus canciones y las de otros compositores colombocaribeños como Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez Cabello, Julio Erazo y Rafael Campo Miranda, los más notables y notorios, sino también del Pacífico, como Rubén Castro Torrijos, quien fuera gobernador del Chocó, de quien cantó los currulaos Juana Blandón y El rey del río, y hasta de otras latitudes de nuestra América, sobre todo cuando integró el famoso conjunto musical Bovea y Sus Vallenatos, acompañado por los destacados guitarristas Julio César Bovea y Ángel Fontanilla Ospino.

Alberto Fernández, nacido en la población de Atánquez, en La Guajira, inició su vida de cantante en el año 45, en Barranquilla, con el famoso músico Peñaranda, el de las canciones de doble filo detrás de la guitarra, en la emisora La Voz de la Patria, los domingos de 12 a 1 de la tarde, como parte de un programa que hacía un señor de apellidos Camacho y Cano, y luego en Emisoras Unidas, de 7 a 7:30, mientras en la emisora Atlántico, Buitrago se despachaba a su gusto en el suyo, en la franja de 7 a 7:30 p.m., con una audiencia gigantesca en los departamentos de Bolívar, Atlántico y Magdalena.

Fue, nos contó Fernández, al salir de la iglesia de San Roque, en la calle de Las Vacas, un poco más allá de ese templo, cuando escuchó una alegría de guitarras en la casa de una familia de apellido Isaacs, se acercó curioso para escuchar, se presentó y dijo que él conocía unas canciones de Escalona. Y aquel domingo, inserto en el jolgorio, se enteró por el dueño de la casa de la presencia de un guitarrista cienaguero que se ganaba la vida como peluquero en el barrio El Boliche, Julio César Bovea, junto con sus amigos Billo, como segundo guitarrista, y el Chino en la guacharaca.

En ese instante, un gran guitarrista se unió a una gran voz, no sólo para ensayar cantos y cuerdas en la peluquería donde Bovea hacía la supervivencia, sino para proseguir una trayectoria de maravillosas ejecuciones de cuerdas y voces que son parte de la historia musical y vocal del país, así como las de Garzón y Collazos y Obdulio y Julián. Y como otrora, algunos tríos musicales acudían en Barranquilla a ciertos sitios para entretener clientes con sus canciones y guitarras. En una de esas, rememora Fernández, los conoció en el famoso restaurante chino Chop Suey el entonces dueño de Emisoras Unidas (ubicada en el Paseo Bolívar con la calle de San Blas), Rafael Roncallo Villar, quien los invitó a unos whiskys en su mesa y después los citó para el lunes siguiente, vinculándose así el trío a dicha emisora y llamándose, de ahí en adelante, Bovea y Sus Vallenatos, rebautizo debido al locutor paisa que allí laboraba, Pablo Emilio Becerra, porque antes no eran sino Bovea y Su Conjunto.

La llegada del conjunto a Discos Fuentes fue culpa de Rafael Roncallo, amigo del empresario cartagenero Toño Fuentes, cuyos discos distribuía en Barranquilla, en calidad de agente vendedor, un comerciante, el Che Granados, quien en una ocasión se entrevistó con el trío conformado entonces por Bovea, Fernández y el músico mompoxino Alfonso Angarita, dado el retiro del Chino y de Billo, y a quien en 1946 reemplazaría Ángel Fontanilla Ospino, también cienaguero, que había estado con Buitrago, mientras el reemplazado se iba, en un simpático cambalache, para donde éste.

Por cierto, la mayoría de las prestigiosas grabaciones del conjunto de Bovea y Sus Vallenatos que hoy conservamos los coleccionistas como valiosas reliquias musicales se hicieron con Fontanilla a bordo. El renombre del conjunto les permitió viajar a la Argentina en 1965, ya que este país era la meca de muchos músicos colombianos (José Barros, Lucho Bermúdez y otros, por ejemplo) y cubanos, debido a la gran vida nocturna de Buenos Aires en los sesenta. Y aquel viaje que debió durar apenas un mes se anchó diez años, luego de haber estado presente en el Canal 13 de la televisión de aquel país y de haber sido contratado por la RCA Víctor Mundial. En el 73 regresaron a Colombia sólo Alberto y Ángel, pues Bovea bajó el ancla en Argentina, disolviéndose así el grupo original, cuya fractura nos ocasionó hondos lamentos de consternación, tal como nos sucedió cuando se fracturó el dúo Garzón y Collazos, sólo que en el caso de nuestros paisanos colombocaribeños no se produjo, lastimosamente, el reencuentro posterior que enmatrimonió de nuevo estas dos voces exquisitas de nuestra música andina.

De manera puntual, digamos que Alberto Fernández, aliado con los cienagueros Julio Bovea y Ángel Fontanilla, prensaron, en Discos Tropical, el long play 2568, sin fecha expresa, dedicado a José Benito Barros Palomino con las siguientes canciones en ritmo de merengue: Corazón atormentadoLa reina del monteLa psicologíaAngelita Lucía y Adiós corazón, así como los paseos La pavaEl negro malucoMe voy de la vidaCaballito melaoMe lo dijo Pacheco y El vaquero, y el currulao Palomita morena. En el LD 1280 grabaron los porros El gallo tuerto y La llorona loca. La cumbia El pescador (El alegre pescador) fue grabada por la firma Fonogramas F:M Ltda., en el LP 132, lo mismo que Te llevo pa Magangué, la Tanga chata y El vaquero. El sello Sónico (LP 2-7757) contiene, entre otras canciones de otros compositores, Las pilanderas.

 

Así hayan sido grabadas las canciones de José Benito Barros en distintos sellos disqueros y con otras voces, hay que destacar que la voz de Alberto Fernández es tan emblemática de la canción popular del Caribe colombiano como las de Buitrago y Alejo Durán, aclarándose aquí que la de Fernández Mindiola posee una especial sonoridad que le permitió y le permite, a pesar del paso del tiempo, interpretar no sólo la cadena sonora (el significante) de los signos lingüísticos con que está hecha la canción sino los significados, los sentidos, esto es, el “alma”, el “tuétano” de la canción, que es el momento espiritual del autor en el instante de concebirla como respuesta a los estímulos externos que hacen fibrilar su sensibilidad, con los registros vocales apropiados, joropos (LlanuraTropical, LDE 2630), currulaos (Juana BlandónEl rey del río,Viniendo de RaspaduraChocó, tierra mía (Sello Vergara LP 221), guajira-son (Lamento cubano, Discos Fuentes, LP 300404), merengues, cumbias, paseos, etcétera, etcétera. De allí que uno sienta que la cumbia de José Barros, irónicamente titulada El alegre pescador, adquiere en la voz de Alberto Fernández, por la lentitud y emotividad con que la canta, y por el tono grave que utiliza, ese deje lamentoso, triste como la vida del pescador de nuestras costas que no tiene “fortuna sino sólo su atarraya”, a quien le alegra la vida “su querer”, su humilde y solidaria mujer allá en el bohío, después de una larga búsqueda de la sobrevivencia en el río. Y cuando Fernández Mindiola se va de merengues, un remolino de brisas nos remueve el ánimo por el tono alegre y fiestero de la voz, y pare de contar.

  

Por todo lo dicho, nos llenamos de una nostalgia dolorosa cuando ya en los diciembres nos llegan a nuestros oídos la voces entrañables e imperecederas de Alberto Fernández Mindiola, el Turpial de Atánquez, como digo yo, y de Guillermo Buitrago, para llenarnos el espíritu del regocijo decembrino que no serán capaces de brindarnos otros grupos y voces con que han querido reemplazarlos las disqueras que, por el afán del lucro y el sobrebeneficio, pisotean el valor espiritual de la tradición.

El negro maluco (Jose Barros) Alberto Fernández y Bovea y sus Vallenatos - Paseo.

Corazón atormentado (José Barros) Alberto Fernández y Bovea y sus Vallenatos - Merengue.


ALBERTO FERNANDEZ MINDIOLA: TE OLVIDE

Arturo López Viñas.
Arturo López Viñas.

 

ELHERALDO

 

Una historia musical olvidada

 

Domingo, Febrero 16, 2014 - 00:04

Por:

Juan Carlos Rueda Gómez

 

Según el pianista Arturo López Viñas, ‘Te olvide’ nació en 1949, como ‘Helen Roche, capitana’, compuesta por Antonio María Peñaloza, por encargo de Julio Grau, a cambio de una caja de whisky.

 

La música es una vaina tan tesa… y digo vaina, y digo tesa, para honrar desde mi humilde oficio a estos dos vocablos, tan nuestros, que cada día tienen más uso, por sabrosos, pegajosos, útiles y dúctiles. Y me gustan porque tienen sabor a costeñol. Si lo tuviera que decir en bogoñol, me saldría algo así como: la música es una actividad inherente al ser humano, tan disímil e inaudita como inexplicable. Prefiero decir algo con sabor a butifarra, mongomongo, chiricana, caballito, bollo e’ yuca, chepacorina o casabe: la música es una vaina tan tesa, que si no... ¿cómo nos explicamos que, grandes producciones perfectamente planificadas y con millonaria inversión, no se escuchen ni en la casa de los músicos que participaron en ellas y, en cambio, canciones condenadas a muerte prematura porfíen ser eternas, más, si han tenido nacimiento y renacimiento?

Cerremos los ojos y escuchemos ese pata cán, patá cun dun cum, de Te olvidé, pero cantando:

Hellen Roche, capitana
de este Country embrujador
tu belleza se engalana
tu belleza se engalana
con tu ritmo y tu sabor…

Suena raro, ¿verdad?

El sábado de carnaval de 1949, un muchachito de apenas doce años, que ya dirigía su propio grupo musical, Ritmos del Caribe, en el que ejecutaba el piano, llegó presuroso a los estudios de Emisoras Unidas a buscar unos bongós que le había prestado a Reyes Cervantes, músico de la orquesta de Antonio María Peñaloza, que amenizaba los programas de la emisora y además era la orquesta de planta del Country Club.

El jovencito era Arturo López Viñas, oriundo de Magangué, Bolívar. “Al llegar al radioteatro, recuerda Arturo desde su casa de retiro en Miami, vi al maestro Antonio María sentado al piano, marcando notas y escribiendo en una partitura.

Al pasar por su lado, me llamó imperativamente:

__Ven acá, monito, tócame aquí… re-re-re > sol-sol > re-re-re > sol-sol: me dijo, señalándome el extremo izquierdo del teclado del piano de cola, las octavas bajas…es que estoy transportando al lenguaje orquestado una vaina que es bien complicada. Me pusieron a correr con una canción pa’ estrenarla esta noche en el baile del Country y no puedo fallar porque me pierdo una caja de whisky que me ofreció Julito Grau.

–¿Y para qué es, maestro, para alguna danza? Pregunté con timidez.

–No, mono, es que Julito está enamorado de Hellen Roche, la capitana de solteros del club, pero como que no le está parando bolas, este es su último recurso. Por eso me estoy fajando para hacer algo inolvidable, único, pero me está dando duro la transportación cifrada de los ritmos de chandé, pajarito y zambapalo, de los bailes cantaos de los pueblos del río Magdalena… dale, monito: re-re-re > sol-sol > re-re-re > sol-sol.

Sigue narrando López Viñas, quien en 1969 fundó el Festival de Orquestas del carnaval y de paso creó los premios Congo de Oro y Currambero de Oro, que “la canción se estrenó esa noche, cantada por Napoleón Pinedo Fedullo, un joven de 21 años que se desempeñaba como locutor de La Voz de la Patria y además era crooner de la orquesta de Peñaloza y, quien más tarde se haría famoso con el nombre de Nelson Pinedo. Fue de un impacto tal que tuvieron que repetirla cuatro veces. Todos daban por hecho que Hellen caería rendida de amor ante Julito pero, una cosa piensa el pretendiente, y otra, la pretendida”.

Pero de nada sirvió la canción compuesta y orquestada con tanto entusiasmo por el músico plateño ya que la señorita Roche tenía su corazón cautivado por otro hombre, y Julio Grau quedó destrozado y sumido en la pena.

“Al poco tiempo –sigue relatando López Viñas– Peñaloza se marchó a Bogotá y allí encontró en el bar Le Kasbah, de Juan Danielson y su esposa Kathy, el ambiente propicio para crear y experimentar armonías, ritmos y melodías. De todas maneras, no se conformaba con eso, quería mostrar al mundo su talento y aprovechó que Curro Fuentes, disquero cartagenero, llegó a hacer unas grabaciones en 1953, para mostrarle algunas de sus obras, entre ellas, la que había compuesto por encargo de Julio Grau. Yo también me había radicado en la capital”.

–El ritmo está del carajo, Peña –cuenta Arturo que dijo Curro– pero la letra no dice nada, esa vaina parece un himno y, si acaso, le interesará a los socios del Country. Ponle otra letra y hablamos.

Peñaloza aceptó el reto pero no tenía la mínima idea de lo que iba a hacer. Andaba matándose la cabeza por las gélidas calles bogotanas cuando, casi sin darse cuenta, entró a una taberna española de la calle 19 entre carreras séptima y octava, donde se reunía casi a diario con Mariano San Ildefonso, un español conocido por el mote de Don Triguero, que comentaba por radio las carreras de caballos del Hipódromo de Techo, y le daba datos a Antonio María, furibundo apostador, sobre los posibles ganadores.

Entre copa y copa, le contó al español el lío en que estaba y le relató la historia del amigo rechazado y despechado. La emotiva narración de Peñaloza conmovió a San Ildefonso, quien tenía como pasatiempo escribir versos, aunque nunca había publicado ninguno. Contagiado por el ambiente bohemio de la taberna, el efecto  de los tragos y la pasión de Peñaloza, quien, partitura en mano le tarareaba la melodía, escribió varias estrofas en el respaldo de un formulario de apuestas hípicas que el compositor guardó en su maletín, no muy convencido de su calidad literaria pero agradecido con el amigo por tratar de sacarlo del apuro.

Al día siguiente, en medio del guayabo, lo fue a buscar Curro Fuentes para revisar el material que iban a grabar y Peñaloza le mostró la nueva letra presintiendo que también la rechazaría.

–Qué vaina tan buena, Peña… esto va a ser un batazo… ¿y en qué cantante estás pensado?

–En Napoleón Pinedo, el muchacho que la cantó cuando la estrenamos en el Country… él tiene la melodía dominada. Así la grabación sale más rápido. Está aquí cantando con una orquesta española y la semana pasada me lo encontré en el café de los músicos.

Cuando fueron a buscar a Pinedo, se enteraron de que había viajado el día anterior a Cuba con los músicos españoles. Entonces recurrieron al cantante valluno Tito Cortez, que se estaba dando a conocer imitando a Daniel Santos, pero el día de la grabación amaneció de rumba y no apareció en el estudio.

–¡No jodaaaa! Parece que esta vaina estuviera salá’… ¡echeeee! –dijo Peñaloza, intentado romper las partituras, pero Curro se las arrebató de las manos–. No sirvió pa’ que Julito Grau conquistara a la muchacha; no te gustó la letra original; no conseguimos a Pinedo pa’ que la cante… y ahora el pendejo de Tito amanece borracho… si eso no es saladera, entonces dime qué es.

Como pudieron, lo calmaron y se dedicaron a grabar otros temas. Al final del día, Peñaloza fue a cortarse el cabello en una peluquería atendida por barberos costeños, en cercanías de la Plaza de Bolívar y allí encontró en las mismas a Alberto Fernández Mindiola, cantante de Atánquez, Cesar, que hacía parte del trío de Julio Bovea y sus Vallenatos, junto con Ángel Fontanilla, quienes habían tocado con Guillermo Buitrago, fallecido en 1949.

Antonio María llegó con una cara de contrariedad que no podía disimular. Uno de los peluqueros, que conocía su temperamento volátil le preguntó:

–Ajá, maestro Peña… ¿y ese milagro que viene con el peñón afuera?

–No me jodas… ¿tú crees que la vida del artista es cortá cabello y hablá mierda como peluquero?

Le brindaron una aromática y se calmó un poco mientras esperaba turno. Al verlo tranquilo, Fernández se le acercó y le preguntó el motivo de su rabia. Peñaloza le contó con detalles y entonces el vallenato se ofreció a grabar la canción.

Lo hicieron al día siguiente y el disco fue lanzado para las fiestas de noviembre de 1953 en Cartagena, pero fue en el carnaval de 1954 cuando se convirtió en un grandioso éxito y empezó a consolidarse como el himno carnestoléndico que es hoy para los barranquilleros. Curiosamente, Alberto Fernández nunca más cantó con Peñaloza.

De tal manera que esta canción del inmortal maestro plateño tiene dos fechas de nacimiento, ambas en carnaval: la primera, en 1949, y la segunda y definitiva en 1953, pero algunos dirán que el renacimiento fue en 1954, por lo cual se redondea el número 60 para que reciba el justo homenaje que Heriberto Fiorillo y su gran combo del Carnaval Internacional de las Artes le tributarán este año.

Aunque a decir verdad, si Antonio María estuviera vivo, repetiría lo que le escuché hace unos quince años cuando unas prestantes damas de la ciudad lo abordaron con la intención de programarle un homenaje: “Yo les agradezco mucho que me tengan en cuenta pero ya no estoy pa’ eso. Si quieren, tráiganme el menaje y quédense con el ho”.

Es que Peñaloza era una vaina tesa, cuadro. Por eso es inolvidable, como su más grande obra.

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